martes, 19 de enero de 2010

Los calentólogos estudian qué hacer con los glaciares que no se derretirán en 2035

Después de que varios medios desvelaran el grave error de otorgarle un 90% de probabilidades al deshielo de los glaciares del Himalaya sin ninguna base científica para respaldarlo, ahora el IPCC dice que está "estudiando" el asunto.

La predicción sobre los glaciares del Himalaya aparecía en la página 493 del informe del IPCC: "su área total probablemente se reducirá de 500.000 a 100.000 kilómetros cuadrados para el año 2035". Lo sorprendente es el estudio en el que se basa para semejante afirmación. No es de ningún científico ni universidad, sino de la organización ecologista World Wildlife Fund (WWF).

Dicho estudio (pág. 38) cita como fuente otro trabajo del Grupo de Trabajo de los Glaciares Himalayos (WGHG) de la Comisión Internacional de Nieve y Hielo (ICSI) del año 1999, así como la reseña de la revista New Scientist de la presentación de dicho estudio, en la que sí se citó el año 2035. Otras noticias sobre dicha presentación también se refieren a esa fecha. Sin embargo, el estudio no menciona ningún año concreto. ¿De dónde se sacó, por tanto, esa predicción?

Recientemente, el Times parece haber hallado la respuesta tras entrevistar al científico indio Syed Hasnain, autor de la conjetura, y a Fred Pearce, autor de la reseña en la revista New Scientist sobre la presentación del estudio. Al parecer, Hasnain le dio esa cifra asegurando que el estudio respaldaba esos datos. El científico asegura que fue mera "especulación" no respaldada por ninguna investigación. Lo que está claro es que el estudio no mencionaba ninguna cifra. Eso sí, un estudio anterior del mismo organismo, el ICSI, hacía una predicción similar, sólo que la predicción no se refería al año 2035, sino al 2350.

Rajendra Pachauri, director del Panel Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC), declaró en su momento que las dudas sobre el deshielo de los glaciares climáticos eran "ciencia vudú". Ahora, en un correo electrónico publicado por Reuters, asegura que están "mirando el asunto de los glaciares del Himalaya, y adoptaremos una posición al respecto en los próximos dos o tres días".

La explicación más benigna de este error, que daba la probabilidad más alta que puede otorgar el IPCC a una predicción, está en la inexperiencia con los glaciares del director del Grupo de Trabajo encargado de elaborar ese capítuilo, Murari Lal. Él mismo lo reconoce: "No soy un experto en glaciares y no he visitado la región, así que tengo que confiar en las investigaciones publicadas creíbles. Los comentarios del informe de WWF fueron hechos por un científico indio respetable y era razonable asumir que sabía de lo que estaba hablando".

Es decir, que con tal de que resulten lo suficientemente alarmistas, se pueden asumir como ciertas predicciones extraídas de un informe de un grupo ecologista y realizadas a partir de unas declaraciones de un científico, eso sí, "respetable". En cambio, si el científico en cuestión comete el grave pecado de dudar de la ortodoxia, se puede llegar a "redefinir lo que es un estudio revisado por pares", tal y como hacían los científicos del IPCC implicados en el escándalo del "Climagate", para evitar que sus conclusiones lleguen a formar parte del "consenso científico".

jueves, 14 de enero de 2010

La contribución española a la Revolución Americana

La contribución española a la Revolución Americana



En la gran historia de los Estados Unidos aparece una serie de nombres y hechos que resultan poco conocidos para el público general y que entroncan directamente con el gran legado hispano.
La historia hispana de Estados Unidos se forjó sobre las valerosas figuras de un Soto, un Ponce de León, un Coronado, un Menéndez de Avilés, y tantos otros. Sin ánimo de rehacer la historia norteamericana, sí consideramos necesario hacer honor a la verdad de unos hechos que enriquecen nuestra cultura y explican la importancia para Estados Unidos del legado español y, por extensión, hispano. Así lo reconoció el propio George Washington cuando, acabada la Guerra de la Independencia, escribió al rey Carlos III de España para agradecerle su ayuda en la lucha por la libertad. Washington era plenamente consciente del peso en América de la Corona española, cuya presencia en en Nuevo Continente ya era por entonces pluricentenaria.

Washington apreció la contribución de España, que siglos atrás regó el continente de misioneros y exploradores, a la rebelión norteamericana, a la que dedicó capital financiero y humano. La gran Revolución contra Inglaterra fue también posible, pues, gracias a los fondos enviados por la Corona española y a la participación en la misma de los habitantes de la Nueva España, que abarcaba desde México hasta Alaska e incluía estados norteamericanos actuales como Texas, Nuevo México, Arizona y California.

España apoyó a los colonos desde antes de que se promulgara la Declaración de Independencia, en Filadelfia y en 1776; si bien lo hizo secretamente hasta junio del 79, en que declaró la guerra a Inglaterra. El Conde de Aranda se reunió con Benjamin Franklin, Silas Deane y Arthur Lee en el Congreso Continental y apoyó sin fisuras la causa colonial. España usó sus territorios en Cuba, México, Santo Domingo y Puerto Rico para ayudar a los colonos, y aunó fuerzas contra Inglaterra para hacer posible la Independencia.

En esta silenciada historia aparece un héroe muy poco conocido por los estadounidenses de hoy día: el soldado español Bernardo de Gálvez (1746-86), cuyas hazañas bélicas en el Bajo Misisipí fueron de gran valía para la victoria final del general Washington. Además, su toma de Florida Occidental fue una obra maestra de la estrategia militar; el objetivo era ayudar a los colonos americanos que deseaban la independencia.

También Gálvez venía ayudando a los patriotas norteamericanos antes de que España entrara oficialmente en guerra contra Inglaterra. Se carteó con Patrick Henry, Thomas Jefferson y Charles Henry Lee y recibió personalmente a sus emisarios, Oliver Pollock y el capitán George Gibson: dio cumplida cuenta de todas sus peticiones para asegurar el puerto de Nueva Orleans.

Gálvez ofreció ayuda diplomática y económica a los colonos, así como asistencia militar en varias acciones contra los ingleses en todo el Golfo de México. Desde su cargo de gobernador de Luisiana, Gálvez fue un valiente aliado de Washington y las tropas estadounidenses en su lucha contra el inglés.

Sólo entre 1776 y 1779, España concedió a las colonias hasta 8 millones de reales para cubrir gastos militares, médicos y de alimentación. En septiembre de 1776 envió 9.000 libras de pólvora desde el Sur y por el Misisipí hasta las colonias del norte, y otras 1.000 más por barco hasta Filadelfia. En noviembre, Gálvez recopiló datos estratégicos sobre los ingleses, y en diciembre la Corona española le pidió que redoblara sus esfuerzos en pro de la causa de los colonos.

Prueba del tremendo apoyo de España a las colonias son las tres cartas que Patrick Henry escribió a Gálvez entre octubre de 1777 y enero de 1778, en las que reiteraba su agradecimiento por la ayuda que el español prestaba a los patriotas norteamericanos.

Luego de que, en el verano de 1779, España declarara la guerra a Inglaterra, Gálvez se convirtió en pieza clave para los intereses de Washington, especialmente tras sus victorias en Fuerte Bute, Baton Rouge y Natchez. En noviembre de ese mismo año, quien escribió a nuestro hombre para darle las gracias fue Thomas Jefferson.

A primeros de 1780 Gálvez tomó Mobile, y en mayo de 1781 hizo lo mismo con Pensacola. Tres meses después, Washington brindó por los reyes de Francia y España en la casa de Robert Morris en Filadelfia. Tras la rendición de Yorktown, en octubre de 1781, el propio Washington escribió una carta personal a Carlos III para expresarle su gratitud por toda la ayuda prestada. En el desfile de la victoria de las Trece Colonias, Gálvez cabalgó al lado mismo de Washington: era la plasmación simbólica de la importante ayuda que los españoles habían procurado a la independencia de Estados Unidos.

Cualquier historiador sensato sabe hoy ya que sin la ayuda de España en la parte sur de lo que hoy es Estados Unidos, los ingleses podrían haber sofocado y derrotado la gran Revolución Americana. Es por eso que en 1784 el Congreso de los Estados Unidos agradeció formalmente a Gálvez y a España la gran ayuda brindada.

Gálvez murió en México en 1876, un año después de ser nombrado virrey de Nueva España. Su vida y sus hechos son uno de los muchos episodios poco conocidos del gran legado hispano de los Estados Unidos.