martes, 15 de octubre de 2013

ESPAÑA EN NORTEAMÉRICA. Orgulloso de ser espaÑol



·  ¿Sabía usted que la bandera confederada sigue el esquema de la cruz de San Andrés, que el dólar es de origen español y que los primeros dieciséis caballos de Norteamérica los llevó Hernán Cortes?
                   

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 La hispanidad no sólo guarda relación con los países actualmente conocidos como iberoamericanos, su poder también llegó a extensas zonas de Norteamérica, y hoy algunas ciudades, escudos, banderas y hasta la propia moneda de allí son un reflejo vivo de esta importante influencia.


España no ha sido solamente la primera en descubrir el Nuevo Mundo, el más allá del cabo Finisterre, del “fin de la tierra”, sino también la primera en pisar Norteamérica. Antes de que ningún europeo, -futuro estadounidense-, tocara aquellos terrenos, los españoles ya paseaban sus banderas por ellos.
El primer hombre en navegar el famoso río Colorado yanqui, era español y se llamaba Fernando de Alarcón. Y el primero en surcar el Mississippi tenía la misma procedencia ibérica, respondiendo al nombre de Hernando de Soto, natural con toda probabilidad de Jerez de los Caballeros, Castilla.
Asimismo, él y sus 400 hombres aguerridos hicieron primicia explorando las zonas de Tejas, Oklahoma y Arkansas, y navegando los puertos naturales de las actuales Nueva York y Virginia. Otro más, Alejandro Malaspina, fue el primero en rastrear la costa de California, y uno adicional, Vázquez de Coronado, el que atravesó el Cañón del Colorado alcanzado la hoy conocida como Kansas City.
Antes de que los ingleses comenzaran sus masacres con los indios, persiguiéndolos, esclavizándolos y hacinándolos en reservas como si fueran animales, los españoles ya pactábamos con sus tribus, como las de los sioux, navajos, cheyennes, arapahoes, e incluso como la de los comanches, de dónde viene la famosa frase que ha pasado de generación en generación por la cultura popular de “territorio comanche”.
La ciudad más antigua
Obviamente, estos importantes hitos no podían pasar desapercibidos en unas tierras que prácticamente fueron españolas en más de la mitad de su totalidad hasta bien entrado el siglo XIX. Hoy Estados como el de Arizona, el de Florida, el de Luisiana, el de California, el de Nuevo Méjico y el de Tejas pertenecían al por aquel entonces virreinato de la Nueva España. De hecho, Florida, que es la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América, conserva aún una antigua fortaleza española sobre la que todavía hondea el estandarte hispano.



Castillo de San Marcos (Florida) y bandera imperial de España

La huella es evidente; las ciudades de Los Ángeles, de San Francisco y de San Agustín, entre otras, tienen origen ibérico, esto es, hispano y católico, ambos inseparables. Y se puede decir lo mismo de islas como la de San Juan. Nombres, todos ellos, que cabrían esperarse de los españoles que partieron rumbo hacia nuevos horizontes terrestres a bordo de una nave como la Santa María, y no de los modernos estadounidenses que hicieron lo mismo hacia lugares extraterrestres con un cohete al que apodaron Apollo, divinidad de la mitología greco-romana.
Hoy en día Madrid no es sólo la capital de aquel magno Imperio, sino una ciudad de Estados como el de Alabama , el de Colorado, el de Iowa, el de Virginia o el de Nebraska; y Washington ataño no era el centro político de Estados Unidos, sino un territorio perteneciente a la corona española.

Bandera del estado de Florida

La presencia de los antiguos dueños e inquilinos también subsiste en algunas banderas y escudos. Así, por ejemplo, la Confederada diseñada por el congresista William Parcher Miles y la del Estado de Alabama, lugar de procedencia del famoso personaje cinematográfico Forest Gump, guardan la simbología de la Cruz de San Andrés, emblema de la antigua bandera española que hoy siguen usando los carlistas. Y respecto a los escudos, tanto el de Alabama como el de Los Ángeles incluyen en uno de sus cuarteles el castillo y el león de los antiguos reinos peninsulares.

Bandera del estado de Alabama

Otro escudo que asimismo preserva la señal de su origen es el de Tejas. En él, se incluyen las seis banderas de las seis naciones que han ejercido la soberanía sobre su territorio; entre las que está, como no podría ser de otra manera, la rojigualda española. Igualmente, en el capitolio de Tejas luce egregio el emblema de Castilla recordando, por otro lado, que aquellas zonas pertenecieron hasta fechas muy recientes al propio México.


Esa España de los grandes hombres que llegaron hasta el fin del mundo dejó también su impronta en la moneda que hoy usan cotidianamente los estadounidenses y es la divisa más demandada en los intercambios económicos internacionales: el dólar.
En efecto, el símbolo de este dinero adoptado por el Rey Fernando el Católico para la Nueva España no es otra cosa que las dos columnas de Hércules en las que se entrelaza una cinta donde se incluía la famosa frase “non plus ultra”, que se modificó por “plus ultra”, es decir, “más allá”.

La antigua mitología griega decía que Hércules limitó el mundo de Zeus en dos pilares, esto es, en dos extremos, uno de los cuales era Gibraltar. Así, en aquel entonces se pensaba que tras el peñón no había nada; hasta que Colón demostró que sí, que “más allá” estaba América aguardando ser descubierta por él bajo el amparo de España.
El tálero de Carlos V




 

Fueron trece los trabajos de Hércules!!!..., y no doce. En el decimotercio, el héroe, bien inconscientemente, creó el símbolo del Dólar, enigmático ideograma hoy empleado por millones de individuos, quienes no sospechan que en el $ se resumen dos mil años de la historia de España.
Según la mitología griega, fue en Gibraltar, a orillas del dilatado mar azul, que el valeroso Hércules limitó con dos columnas el mundo de Zeus.
Pasaron años evaporándose los siglos, transcurriendo la Historia hasta 1610, en que España, doblándose bajo el peso del oro llevado de América, decidió, para facilitar los intercambios comerciales en la tierra, que desde Colón... se volvió redonda, acuñar monedas de ocho reales, cuyo símbolo sería las dos columnas de Hércules con la divisa Plus Ultra (más allá... de las puertas del viejo mundo).
Adoptaron los ingleses estas monedas, llamándolas Pillar-Dollar (Pillar, traduciéndose por columna); cuanto al origen del nombre «Dollar», en Alemania tenemos que buscarlo.
A los primeros años del siglo XVI, el conde Schlick hizo acuñar en la ciudad de «Joachimsthal» (valle de Joaquín), en Bohemia, monedas llamadas Joachims Thaler, abreviándose el nombre en el transcurso de los años en Thaler.
Los ingleses, que más tarde utilizaron estas monedas, las llamaron sucesivamente Thaler..., Tholer..., y finalmente, Dollar, la actual unidad monetaria americana.
Entre tanto, fueron acuñadas en España nuevas monedas, donde las columnas de Hércules envueltas por una guirnalda llevaban inscritas Plus Ultra, integrándose entonces como símbolo en el escudo español, perpetuándose en el nacional.
Fue durante el Congreso de los Estados Unidos en julio del año 1787 que se decidió la creación del Dollar, con la misma paridad que el Duro español, adoptando como símbolo la $, estilizando las columnas del escudo español, cuya guirnalda se transformaba en «S».
El águila de nuestro escudo Imperial agarra hoy el dólar americano...
Por otro lado, el mismo nombre de “dólar” tiene relación con el Sacro Imperio Romano del que fue Rey Carlos V.
En el siglo XVI el conde Schlick ordenó acuñar en la ciudad de Joachimsthal (valle de Joaquín) unas monedas a las que denominó “Joachims Thaler”, abreviándose “Thaller”, y que con el uso pasó a “Tholler” hasta llegar a “Dollar”. De hecho, el dólar español fue adoptado en 1785 como moneda oficial de los Estados Unidos a cuyas colonias España ayudó a independizarse de Inglaterra, y en 1787 se creó el dólar estadounidense fijado en paridad con el duro español con valor de 8 reales también españoles y cuya simbología tomó y que hoy se representa como una “S” atravesada por dos erguidos palos: $.
Pero existe otro tipo de huella de España en los actuales Estados Unidos: la cultural y humana. El sur y el oeste de aquella nación está indeleblemente marcado por esas constantes, a través de México, sobre todo después de que, con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, Norteamérica se quedó con inmensas extensiones que ahora son los estados de Texas, Arizona, California, Nuevo México y Colorado.
Ahí dejó España una marcada huella que ha fructificado tres siglos después en grandes metrópolis como San Francisco o Los Ángeles. Franciscanos y jesuitas fueron creando en los siglos XVII y XVIII, las misiones y los presidios, unas veces en forma de ranchos desperdigados y otras de pequeños pueblos, que en muchos casos constituyeron el germen de grandes ciudades como San Francisco.


No fue fácil someter a las tribus indias, sobre todo a las nómadas, (comanches, navajos y apaches)... les fue mejor con las tribus sedentarias que se dedicaban a la agricultura.
Esclavos, no meras mercancías
Como explicaba Ramiro de Maeztu en su obra más emblemática Defensa de la Hispanidad, la religión marcó la impronta de la forma de colonizar España. A diferencia de Inglaterra o de Francia, la Corona española fue mucho más respetuosa con los derechos humanos, tanto con la población indígena, a la que integraron, como a los esclavos.
Esta cuestión supuso uno de los grandes motivos de fricción con Gran Bretaña, ya que los principios católicos españoles hacían que trataran a éstos de una forma más humanitaria, considerándolos “no como meras mercancías, sino sujetos de derechos como la religión, la propiedad y la familia”.
Pero la cultura del sudoeste americano es, en general, hija directa de España. Religión, folclore, costumbres, e incluso elementos materiales (como la cría del ganado, que los famosos cowboys de los western heredan de los vaqueros españoles; o como la arquitectura colonial) proceden de los primeros pobladores, castellanos, andaluces, vascos de aquellas grandes extensiones. Aunque en el siglo XIX, tras ceder todo eso México, el Oeste se pobló primero de elementos anglosajones y posteriormente de inmigrantes europeos (fundamentalmente irlandeses y nórdicos).
Los Estados Unidos actuales serían, en cualquier caso, irreconocibles tal como hoy las conocemos sin el legado español, desde el dólar hasta algo tan representativo de su cultura y su paisaje como el caballo: los primeros que llegaron al Continente fueron dieciséis equinos andaluces llevados en una de las expediciones de Hernán Cortes.
  

martes, 8 de octubre de 2013

HISPANOAMÉRICA, LO QUE NOS UNE.

Lo que nos une: algo más que la historia común
No es que la América Hispana y España compartan una historia común: es que nuestra historia es la misma. Allí nació algo que lleva nuestra sangre pero cobró vida propia.

El 12 de octubre de 1492, viernes por más señas, tres barcos capitaneados por Cristóbal Colón tocaban tierra en lo que el navegante creía que eran las Indias, o sea, Asia. La historia es bien conocida: los turcos habían cerrado el Mediterráneo, España necesitaba acceder a los mercados de oriente y Colón llegó diciendo que él conocía una ruta occidental. Pero lo que había al otro lado no era Asia, sino otra cosa: las Indias eran América. 

                                     



  • Lo mollar de la cuestión es esto: lo que empezó a nacer en 1492 y crecería sin tregua durante los dos siglos posteriores fue un mundo nuevo que ya no era la América indígena ni tampoco una simple prolongación colonial de la metrópoli.
    En el suelo americano surgió una realidad histórica nueva con sus propias características culturales, políticas, religiosas, sociales y hasta raciales. No es que la América hispana y España compartan una historia común: es que nuestra historia es la misma. Allí nació algo que lleva nuestra sangre pero cobró vida propia, y la cobró mucho antes de las independencias del XIX. Por eso somos hermanos.
    Hay una tendencia bastante enfermiza a examinar la conquista de América bajo la luz de sus aspectos más siniestros.
     Lo que nos une: algo más que  la historia común

    Contra la leyenda negra
    Según cierta vulgata muy en boga hoy en nuestro país, España llegó a América, arrasó el paraíso, diezmó a los pueblos felices con un genocidio brutal, esclavizó a los indios y les infligió torturas sin fin para convertirlos al cristianismo. Todo esto es simplemente falso. Hoy nadie con un mínimo rigor puede hablar de genocidio.
    El genocidio presupone una voluntad de exterminio que jamás existió en la política española en América. Al contrario, es el primer caso de conquista en toda la historia que proscribe desde el principio la esclavitud de los vencidos, persiguiendo a quienes vulneran esa prohibición y tolerando un proceso de mestizaje.
    Sí hubo una catástrofe demográfica sin paliativos que diezmó a la población amerindia, y hoy todo el mundo sabe (o debería saber) que obedeció, sobre todo, a los virus llevados a América por los españoles, por sus animales domésticos y, después, por los esclavos.
    Falso es también el tópico de los indios torturados por la Inquisición. La labor de la Inquisición en América fue comparativamente minúscula. Por ejemplo: una sola ejecución en todo el siglo XVIII. Y sobre todo, rarísima vez se aplicó sobre los indios: los casos tempranos (el cacique Don Carlos de Texcoco, los tres indios de Tlaxcala) fueron tan polémicos en Nueva España que llevaron a la propia Inquisición a prohibir expresamente que se persiguiera a los indios, “neófitos en la fe”.
    Léase la Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, de José Toribio Medina, por poner un sólo ejemplo. En cuanto a la esclavitud, sabemos que la historia de la colonización es una permanente pugna de la Corona y la Iglesia contra quienes querían implantarla. Hubo, sin duda, otras formas de explotación de los indios, pero no la esclavista. Esa la hubo, y muy brutal, en la América prehispana, entre los propios pueblos indios.
    Los indios, sí. Y por eso abrieron el camino a los españoles. Cuando uno cuenta la historia de la conquista se fija siempre en los grandes héroes (Núñez de Balboa, Cortés, Pizarro), gentes que desafiaron a poderes de extraordinaria amplitud y vencieron.
    Las gestas de estos personajes son en verdad escalofriantes, pero ninguna conquista hubiera sido posible sin el concurso –interesado y vehemente– de las propias tribus indias. Santo Domingo lo conquistaron los Colón, pero lo hicieron gracias a los taínos que les ayudaron para quitarse de encima a los caribes, que gustaban de comérselos a pedacitos.
    México lo conquistó Hernán Cortés, sí, pero sus manos y sus pies fueron los centenares de miles de tlaxcaltecas, tepeaqueños, etc., que se le unieron porque estaban hasta el gorro de los mexicas (o aztecas).
    El Perú lo conquistó Pizarro, sí, pero quienes le llevaron literalmente en andas fueron las decenas de miles de huancas, chachapoyas, cañares y yanaconas, entre otros, que le abrieron camino porque ya no soportaban más a los incas. Y así sucesivamente.

    Roma y España
    Las civilizaciones amerindias tienen muchos aspectos fascinantes, pero se derrumbaron al primer contacto con el exterior porque eran más primitivas y menos aptas para la convivencia organizada que la civilización invasora. Exactamente igual que pasó en España con las culturas ibéricas y célticas aplastadas por Roma. Por lo demás, hoy la población indígena de la América hispana se estima entre 40 y 50 millones de almas, según los distintos tipos de censo. La de la América anglosajona no llega a los dos millones.
                      
    A propósito de Roma: no sabemos cuántos celtíberos fallecieron durante la latinización de la península, pero no por eso renunciamos a ser herederos de Roma, ¿verdad? De la semilla que plantó Roma en Hispania nació una entidad singular con una sociedad mestiza –hispanorromana–, con estructuras económicas y políticas evolucionadas, con una lengua latina que terminaría alumbrando las distintas lenguas españolas, después con una religión que unificó a los hispanos –el cristianismo– y, en fin, con una cierta conciencia de pertenencia a un mundo común.
    Es interesante aplicar el mismo esquema a la conquista española de América, porque el modelo es muy semejante. Con la salvedad de que allí, en América, no desaparecieron los pueblos nativos, sino que numerosas culturas precolombinas siguen existiendo hoy, y los misioneros predicaron la fe en la lengua de los indígenas.
    Pero ahora fijémonos en lo demás: cosas que ninguna otra potencia imperial hizo nunca –y apenas haría después– en la Historia universal. Desde el mismo codicilo del testamento de Isabel la católica, en 1504, se proscribe la esclavitud de los vencidos: es la primera vez en la Historia que una potencia vencedora hace algo semejante.
    Desde 1511 la Iglesia denuncia los abusos sobre los indios y desde el año siguiente ya hay una legislación específica que sería renovada en momentos sucesivos y siempre en la misma dirección: la protección de los indígenas, lo cual en la práctica implica el designio de crear una sociedad nueva sobre bases de justicia.
    El momento cumbre de este proceso llegará cuando Carlos I ordene detener las conquistas hasta tener la certidumbre de que obra conforme a la moral; será la Controversia de Valladolid, entre 1550 y 1551, de cuyos debates nace la primera formulación de lo que hoy llamamos derechos humanos. Nunca había pasado nada igual.
    Simultáneamente España ampara un proceso de mestizaje que es fruto directo de las circunstancias. La mayoría de los pueblos amerindios utilizaban a sus mujeres como moneda de cambio, de manera que los españoles –inicialmente muy pocos– se encuentran rápidamente con mujeres nativas e hijos mestizos.
    Desde el punto de vista español de la época, nada malo había en ello si la cónyuge era bautizada y la relación devenía en matrimonio. En 1553 Felipe II promulga la primera legislación para proteger a los niños mestizos sin padre conocido y en 1557 se funda el primer colegio para niños mestizos pobres.

    El mundo virreinal
    Lo que está naciendo ahí no es una colonia como las que Portugal había sembrado en África y Asia, o como las que Inglaterra empezará a levantar a partir del siglo XVII, sino que es una sociedad con personalidad propia que aspira a regirse a sí misma.
    Desde el primer momento se erigen catedrales: Santo Domingo en 1512, México en 1523, Lima en 1535. Y también desde el primer momento surgen universidades, según el modelo español, destinadas a la educación de la elite autóctona: Santo Domingo en 1538, Lima y Méjico en 1551.
    Cabe recordar que Inglaterra nunca fundó universidades en sus colonias americanas. Gran Bretaña estructuró su imperio con el ejército y el ferrocarril. España lo hizo con la religión y una ingeniería política enteramente nueva.
    Ingeniería política, en efecto, porque los virreinatos son entidades políticas que generan su propia personalidad. La organización del territorio, las vías comerciales, las rutas marítimas e incluso la protección militar de las Indias quedaron siempre bajo la responsabilidad de cada virreinato.
    Y no debieron de hacerlo tan mal cuando el invento sobrevivió tres siglos sin alteraciones dignas de mención ni guerras civiles. Menos guerras, desde luego, que las que sacudirían ese mismo territorio después de la independencia. 

                                  
    ¿Más blasones? Por ejemplo, este: la América española fue el primer escenario de la vacunación masiva contra la viruela en fecha tan temprana como 1803, es decir, sólo siete años después de su invención por Jenner, y antes de que Napoleón la hiciera obligatoria en sus ejércitos.
    Todas estas cosas son tan verdad como los episodios más o menos truculentos de la conquista. Y son precisamente las cosas que diferencian a la huella española en América de cualquier otra aventura imperial en la historia de Europa. España no se trasplantó a América; España se injertó.
    Así nació una realidad autónoma, con vida propia. Porque las Indias, como decía el argentino Ricardo Levene, nunca fueron colonias. Desde este punto de vista, que los virreinatos terminaran ganando su propia independencia era inevitable.
    Y es interesante, porque en los textos de Vitoria sobre la conquista de las Indias, en pleno siglo XVI, se contempla ya la emancipación de los territorios americanos como objetivo natural de la acción misionera española.
    ¿Lo que nos une? El cordón umbilical. Un tipo de unión que permanece aunque el cordón se corte. 

    ENLACES DE INTERÉS:

    http://kaire.wikidot.com/mentiras-interesadas-sobre-la-conquista-espanola

    http://laorejadejenkins.es/historia/la-gran-mentira-de-la-esclavitud-y-el-genocidio-espanol-en-america

    Y que decir del genocidio linguístico en Las Filipinas. Este es mas reciente y lo hicieron los Estados Unidos de NorteAmérica contra una lengua, la española y los hispaohablantes:

    http://hispanismo.org/hispanoasia/5216-el-genocidio-lingueistico-filipino-asi-se-impuso-el-ingles.html

  • domingo, 29 de septiembre de 2013

    DEFENSA DE LA HISPANIDAD. EL DÍA 12 DE OCTUBRE






    Defensa de la Hispanidad






    Se acerca el 12 de octubre, fecha que, más allá de las diversas opiniones, marca el hecho cierto e ineluctable del nacimiento de una nueva raza, etnia, cultura, ecúmene o civilización, llámese como se quiera o como se le ocurra al más pintado. Pero el hecho bruto es que los americanos no somos “ni tan españoles ni tan indios”, como afirmó Bolívar. Y esto no lo puede negar nadie. Si bien, y esto es lo que tiene prensa y se lee, hoy la tendencia políticamente correcta es “hacerse el indio”, trabajando de indio tanto contra el mundo criollo como contra España. Pero el mundo criollo, aquel que no es ni tan español ni tan indio, es el producto más genuino que dio América en estos quinientos años de historia, y el día de la raza es su partida de nacimiento. El resto son tonterías, y stultorum infinitus numerus est, decían los viejos filósofos.

    En Argentina este día fue establecido por ley del presidente argentino Hipólito Yrigoyen el 4 de octubre de 1917. Este decreto instituyó el 12 de octubre como "Día de la Raza" y declaró ese día como "Fiesta Nacional". Logró además la adhesión de casi todas las naciones americanas. Así, por iniciativa del filósofo mejicano por antonomasia, don José Vasconcelos, México lo establece a partir de 1928. Incluso los Estados Unidos lo festejan como el “Columbus day”.
    El Día de la Raza fue instituido para unir a aquellos pueblos o países que tienen en común la lengua, el origen y la religión. Se puede considerar entonces esta fecha como ocasión para detenerse a pensar y ver que las naciones americanas deben su particular carácter a la mixtura de lo hispano-criollo, y es sabido por cualquier antropólogo cultural que lo hispano involucra en su concepto pluralidad cultural, étnica y racial. He aquí la riqueza de lo hispánico. Por otra parte, es un gravísimo error conceptual limitar lo hispánico a España. Ya lo enseñó esto hace muchos años el más grande pensador nacional brasileño, Gilberto Freyre: “Nosotros somos doblemente hispanos, por americanos y por portugueses”.
    Simétricamente, desde el lado español y portugués deben reconocer que ellos mismos han sido modificados sustancialmente con el descubrimiento, conquista y colonización de América.
    La formación de una conciencia
    Nuestra conciencia hispanoamericana, y ésta es una de nuestras principales tesis, surge de la simbiosis de dos cosmovisiones: la bajo medieval o arribeña, que nos llega por vía de España y Portugal, y la indiana o precolombina.
    Nuestra conciencia se constituye –hablando filosóficamente- no como un compuesto sustancial, sino como un mixto perfecto, pues nuestra identidad surge por fusión y no por mezcla de diversos elementos completos en sí mismos –lo bajo medieval y lo indoamericano como cosmovisiones-. Las mismas forman un todo natural: la conciencia hispanoamericana, que es análogamente diferente a los elementos de que está compuesta, tanto a lo indo como a lo europeo.
    Pero ¿qué rasgo propio de aquellos aborígenes de mil lenguas y centenares de etnias perduran en nosotros? ¿Y qué rasgos propios habitan en nuestra conciencia de aquellos españoles de cien orígenes que poblaron Iberia y forjaron América?
    Destacamos dos: la categoría de tiempo que nos viene de nuestra matriz telúrica. Este tiempo tan americano expresado en el término “siesta”, que la prepotencia de la lengua inglesa tuvo que adoptar como propio. Este tiempo entendido como un madurar con las cosas, dándole a cada una su tiempo. Este tiempo definido en el Martín Fierro como tardanza de lo que está por venir. Este es el tiempo existencial que habita en nosotros los criollos americanos y que desde siempre ha sido caracterizado por la conciencia ilustrada y progresista como “indolencia nativa o gaucha”.
    Y por otro lado tenemos el sentido jerárquico y teleológico de la vida y de valores objetivos que proviene de la cosmovisión católica o bajo medieval, “que es la que rescata al indio americano de la oscuridad de sus ídolos”, en la expresión de Jaime Eyzaguirre. Claro está, que lo católico en Hispanoamérica no es simplemente un rasgo confesional, sino más bien un rasgo antropocultural más allá de su confesionalidad o no. Esta imbricación cultual heterodoxa entre la Pachamama y la virgen morena de Guadalupe con su carácter de encinta son prueba de ello.
    La fiesta del 12 de octubre viene a conmemorar, a memorar en conjunto, todas estas cosas entre los hombres y mujeres que formamos parte de esta ecúmene tan particular como lo es la iberoamericana, junto con España y Portugal. Sobre nosotros se puede decir lo que se quiera, y de hecho, así se hace, pero hay algo que no se puede hacer sino faltando absolutamente a la verdad: el definir nuestra identidad como aquella de todos por igual.
    Hoy nuestros gobiernos de turno, y nuestros intelectuales orgánicos a los mismos, no piensan en estos términos, que se fundan en categorías necesarias y permanentes, sino en la apariencia fenoménica de la sociedad de consumo (que además de cosas consume ideas). Pero ello sabemos que no es filosofía y que tarde o temprano pasará irremisiblemente como un pensamiento anecdótico.

















    LA EVA MITOCONDRIAL. ¿NUESTRA PRIMERA MADRE?

    La fecha en que vivió «Eva» se encoge

    La mayoría de los creacionistas ya habrán escuchado la hipótesis de la «Eva mitocondrial», el hallazgo que todos los humanos modernos se pueden rastrear hacia atrás hasta una mujer. Algunos hallazgos recientes sobre cuando se supone que vivió «Eva» son muy alentadores para los creacionistas. Pero primero hay que recordar algunas cosas, y ojalá deshacernos de los malentendidos comunes.
    Los evolucionistas no dicen, ni puede asegurarse, que esta evidencia prueba que sólo había uan mujer viva en un punto del pasado. Los que sostienen la teoría de «Eva» ciertamente insisten que todos los humanos modernos descienden sin duda de una mujer. Sin embargo, ellos creen que había otras mujeres presentes en ese tiempo, y que cualquiera de estas mujeres pudo haber contribuido con información de ADN a nuestra presente partida de genes de la humanidad. ¿Cómo se da esta aparente contradicción?
    La respuesta está en el hecho que mientras todos nosotros heredamos el usual complemento de ADN (nuclear) de nuestra madre y nuestro padre, sólo heredamos ADN mitocondrial (ADNmt) de nuestra madre. Piense en un apellido, sólo que relacionado al sexo opuesto. En nuestra sociedad, heredamos el apellido sólo de nuestro padre. Un apellido se puede «extinguir» sin implicar que toda la gente de esa línea se haya muerto — todo lo que se requiere es que sólo haya descendientes mujeres en una línea.
    De la misma manera, si una línea de descendencia en una población humana sólo tiene hombres en algún punto, entonces esa línea «se muere» en lo que respecta a su «firma mitocondrial» — p.e., el ADN nuclear sigue siendo pasado, pero no el ADNmt. Para que se entienda más fácilmente, volvamos a la analogía del apellido (luego se sustituyen simplemente mujeres por hombres). Imagine que una isla es colonizada por cuatro parejas, cada una con los nombres Harry y Sally, pero con cuatro apellidos diferentes: Smith, Jones, Brown y White. En el debido tiempo la población crece, con cada generación casándose sólo con los otros apellidos disponibles. Es sencillo elaborar una simple simulación de computador para mostrar que tan fácil puede «morir» un apellido — con una línea terminando sólo en hijas. Al tiempo, toda la gente en la isla podría terminar con un solo apellido — digamos Smith. (De hecho, eso es lo que pasó en Pitcairn Island, habitada por los descendientes de los amotinados Bounty — todos terminaron con el mismo apellido después de unas generaciones.) Esto sólo es probable donde hay un núemro pequeño de apellidos para iniciar, p.e., una población original pequeña; si el número de apellidos es muy largo, se hace muy improbable que se llegue hasta uno.
    En un sentido se podría decir que «Harry Smith» es el «padre de todos en la isla». Pero eso no implica que Harry Jones, por ejemplo, no es el ancestro de ninguno de ellos. Harry Jones pudo haber contribuido con ADN nuclear a cualquiera de los isleños de hoy, sin ser su «ancestro de apellido».
    Digamos que usted estrá investigando esa isla en particular, sin el beneficio de algún registro escrito. Usted nota que toda la gente en la isla es de apellido Smith. Eso puede ocurrir por dos razones:
    1. Porque en realidad sólo había una pareja que colonizó la isla en el principio, de apellido «Smith», o
    2. Sólo había un pequeño número de apellidos en la isla al comienzo, y los otros apellidos se extinguieron.
    Regresando al debate de «Eva», es claro por el ejemplo anterior (intercambiando los sexos) que la evidencia del ADNmt, que ha sugerido que todos los humanos modernos vienen de una mujer, puede significar dos cosas.
    1. Sólo había una pareja en el principio — p.e, la Eva mitocondrial podría ser la Eva real (bíblica), o:
    2. Todos los humanos modernos descienden de sólo una pequeña población existente en un tiempo. Las otras «líneas mitocondriales» (de otras mujeres viviendo junto a la que cuyo «apellido» mitocondrial se encuentra en todas las poblaciones hoy) se han extinguido cuando quiera que una línea no hubiera tenido descendencia femenina. La «Eva Mitocondrial» es la única de la población original en cuya descendencia siempre ha habido descendientes femeninas en cada generación. Cualquiera de las otras mujeres viviendo junto a ella pudieron haber contribuido con ADN nuclear a las poblaciones de hoy, por medio de sus hijos.
    Confío que la analogía es clara. Los datos de la Eva mitocondrial no obligan la creencia de que sólo había una mujer de la cual todos descendemos — en otras palabras, no prueba la Biblia — pero — un «pero» muy importante — es definitivamente muy consistente con ella. En otras palabras, si hubiera habido más de un «apellido» mitocondrial, se presentaría un desafío severo al escenario bíblico. Y no era algo que los evolucionistas esperaban. Para explicarlo en el escenario de ellos se requiere una población pequeña de humanos modernos que se levanten en una parte del mundo (humanos arcáicos habiendo ya evolucionado y esparcido a través del globo), y de ahí, esparcirse para reemplazar todos los humanos menos-evolucionados, de manera que todos descendemos de esa pequeña población original (la teoría «desde-el-África» o «Arca de Noé» de la evolución humana). El creacionista bíblico concluiría que la mujer sugerida por los datos mitocondriales es casi con seguridad la Eva real.1
                                                         

    ¿Cuándo vivió «Eva»?

    Los evolucionistas, conscientes de la forma en que el descubrimiento de la Eva mitocondrial podría ser visto como vindicador de la Biblia, lo han negado diciendo que su «Eva» vivió hace mucho más tiempo que la Eva bíblica. ¿Cómo lo calculan? La respuesta tiene que ver con el porqué se llegó a este escenario en primer lugar. Se sabe que el ADNmt es más transparente a la selección que el ADN nuclear. En otras palabras, hay muchos lugares donde una «letra» genética puede ser reemplazada por otra a causa de un «error de copia» mutacional sin causar problemas al organismo. Comparaciones entre varios grupos de personas vivas hoy se pueden hacer sobre la base del número de letras que son «diferentes», habiendo sido sustituidas por mutación. Los humanos modernos estaban mucho más cerca de los otros de lo que la teoría de la evolución estándar había predicho, por consiguiente de la teoría desde-el-África.
    Los evolucionistas han adivinado cuándo vivió su Eva mitocondrial vía la idea del «reloj molecular» — p.e., que hay un rango más o menos fijo de sustituciones mutacionales por año en una población. ¿Cómo saben cuál es ese rango — en otras palabras, cómo se calibra ese «reloj molecular»? Usando asunciones evolucionistas acerca del tiempo de los eventos, basadas en su interpretación del registro fósil. Por ejemplo, si se cree que los humanos y los babuinos, compartieron un ancestro común por últma vez hace «x» años, y si el número de diferencias entre el ADNmt del babuino y el humano es y, entonces el rango de sustitución por año es y/x. De esta manera, los estimados de cuándo vivió «Eva» han variado desde tan bajo como 70,000 a 800,000 años atrás, más comúnmente en el rango de 200–250,000 años.
    Se ha dicho recientemente que los Neandertales no eran ancestros humanos directos, sino una especie diferente. Esta afirmación ha sido hecha sobre la base del número de diferencias sustitucionales en una tira de ADNmt entre la única extraída del único Neandertal estudiado alguna vez y el promedio de las poblaciones de hoy. En un modelo bíblico consistente, no habrían «proto-humanos» teniendo música, joyas, trueque, vestido, refugio, sofisticadas armas de caza y similares. «Si él/ella actúa en tantas maneras como humano, él/ella es un humano» — y por tanto descendiente de Adán. Los Neandertales (algunos de cuyos rasgos físicos se pueden encontrar en algunas poblaciones europeas) no eran una especie diferente (o una raza sin espíritu no-descendiente de Adán, como proclaman los Rossistas) sino humanos del post-diluvio, representando un subgrupo de la partida original de genes que se rompió en Babel.
    Los creacionistas han respondido correctamente a la «edad» de Eva y a las aseveraciones sobre los Neandertales diciendo que las calibraciones del reloj molecular están muy equivocadas.2 Puesto que, por ejemplo, la (verdadera) Eva de los creacionistas vivió sólo unos miles de años atrás, las sustituciones mutacionales en el ADNmt debieron haber ocurrido más rápido que el rango asumido por los evolucionistas para datar.

    EL ADN MITOCONDRIAL:

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    Las migraciones humanas segun el adn:





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    Buenas Noticias

    De hecho, un número de estudios recientes en poblaciones vivas ha dado resultados que indican un rango mucho más alto de mutación en el ADNmt humano.3,4
    Aunque no todos los estudios a la fecha han dado el mismo rango alto, por lo menos dos estudios, que miran directamente a sustituciones que ocurren hoy, han encontrado rangos hasta 20 veces más altos que de los previamente asumidos.(5) Estudios en los huesos del último Zar de Rusia también mostraron que él, junto con el 10–20 % de la población, en realidad tuvierton por lo menos 2 tipos de ADNmt, una condición llamada «heteroplasmia», también causada por mutaciones.3 Esto, también, acaba con las calibraciones del «reloj molecular».
    De acuerdo a una revisión de los datos, estos resultados recientes indicarían que la Eva mitocondrial «vivió hace 6500 años — una cifra claramente incompatible con las actuales teorías de los orígenes humanos. Aún si el último ancestro mitocondrial común es más joven que el último ancestro común real, permanece enigmático cómo surgieron la conocida distribución de poblaciones humanas y la partida de genes en los últimos miles de años.»4
    La revisión de las «Noticias de Investigación» de la revista Science va aún más allá acerca de la fecha de Eva, diciendo que «usando el nuevo reloj, apenas tendría unos 6000 años de edad.» El artículo dice acerca de uno de los equipos de científicos (el equipo Parsons5) que «estudios evolucionistas les indujeron a esperar cerca de una mutación en 600 generaciones… se “asombraron” al encontrar 10 cambios de bases-pares, que les daba el rango de una mutación cada 40 generaciones.»4
    Los evolucionistas han tratado de evadir la fuerza de estos resultados respondiendo que el alto rango de mutación sólo ocurre en ciertos trozos de ADN llamados «puntos calientes» y/o que el alto rango (observado) causa mutaciones en reversa que «borran» los efectos de este alto rango. Por lo tanto, convenientemente, el rango es asumido alto durante un corto periodo de tiempo, pero efectivamente bajo durante un periodo largo de tiempo. Sin embargo, esta es una petición especial para salirse de la dificultad, y la carga de prueba está en que los evolucionistas sostengan las vastas edades para «Eva» delante de estos documentados rangos de mutación modernos. Estos son sin duda resultados alentadores para los creacionistas. En resumen:
    1. Los hallazgos de la Eva mitocondrial estaban, en primera instancia, en línea con las expectativas basadas en la biblia; aunque no probaban la Eva bíblica, eran consistentes con su realidad, y no habían sido predichas por la teoría de la evolución.
    2. Las fechas asignadas a la Eva mitocondrial según los evolucionistas descartaban la Eva bíblica. Pero estas fechas se basaban en asunciones del «reloj molecular», que eran calibradas por creencias evolucionistas acerca de cuándo ocurrieron ciertos eventos evolutivos, supuestamente hace millones de años atrás.
    3. Cuando estos rangos asumidos se confrontaron con el mundo real, los resultados preliminares indicaron que el «reloj molecular» mitocondrial está corriendo a un rango mucho más rápido de lo que los evolucionistas creían posible. Si esto es correcto, significa que la Eva mitocondrial vivió hace de 6,000 a 6,500 años atrás, justo en el momento de la «madre de todos los vivientes» (Génesis 3:20).
    4. Estos hallazgos de tiempo real también debilitan seriamente el caso del ADN mitocondrial que argumentaba (erróneamente) que los Neandertales no eran verdaderos humanos. 

                                  Mitocondria portando su propio ADN

     EL ADAN respecto al gen Y

    Lo mismo ocurre con el cromosoma Y. Es el cromosoma del sexo masculino. Sólo la tiene el sexo masculino y, por tanto, sólo lo transmite el padre. Funciona igual que el apellido.

    Si en una tribu hay treinta genes Y (Y1, Y2,...Y30) y en un momento, por eso del azar, un hombre (Y17) sólo deja descendientes femeninos, el cromosoma Y17 desaparece. Si después, por la misma razón, desaparece el Y1, después el Y2,.... Al final sólo queda un Y. Ese es el Adán de cromosoma Y. Eso ha pasado realmente, toda la humanidad tenemos un cromosoma Y que sería idéntico sino hubiera sido por mutaciones ocurridas desde ese primer Adán. Creo que interesante insistir en que eso no ha disminuido el acervo genético. No hay nada especial el el gen Y que ha sobrevivido.

    LA EVA MITOCONDRIAL

    Si hacemos el razonamiento con las mitocondrias, que sólo se heredan de la madre, veremos algo parecido. Pensemos en la tribu, en la que hay treinta mitocondrias diferentes (M1, M2, M3,...M30). En un momento determinado la mujer M17 sólo deja varones. El M17 desaparece. Desaparece el M17 no el código genético nuclear que se transmite tanto de hembras como de varones.

     

    Vamos a representarlo gráficamente para comprobar como toda la población puede provenir de una única hembra y un único macho separados por varias generaciones:

                                  

    En este primer gráfico, únicamente hemos considerado la ascendencia materna. Cada una de las hembras de la primera generación se ha coloreado de forma diferente, para expresar que un macho o una hembra azules en la segunda generación serán hijos de la hembra azul, mientras que todos los machos y hembras amarillos serán hijos de la hembra amarilla. La línea paterna se ignora. Como puede observarse, la hembra rosa y la hembra morada solo tienen hijos, por lo que su línea materna se acaba en la primera generación. Dicho de otra forma, no hay mitocondrias rosas o moradas en la segunda generación.
    Podemos ver cómo, a lo largo de las generaciones, hembras de distintos colores tienen hijos e hijas, pero en algún momento no dejan descendencia femenina, acabándose también su línea materna. En la última generación, todos los individuos proceden de la misma hembra (la de color rojo), mientras que el resto de líneas maternas se han extinguido. Vemos así, muy claramente, cómo hay varias líneas maternas a lo largo de la historia, hasta la generación penúltima, donde solo quedan hembras rojas. Podemos decir entonces que tota la generación actual proviene de una sola hembra que vivió seis generaciones atrás. Sin embargo, no podemos decir lo mismo del padre, dado que a lo largo de las generaciones han contribuido padres de distintas líneas; por ejemplo, podríamos tener participación de padres azules, rosas verdes o a amarillos.
    Esto se debe a que la aportación paterna no va pareja, y podemos verlo en este otro gráfico donde se ha considerado solamente la otra línea. Nótese que aquí solo podemos hablar de los varones, dado que estamos utilizando como marcador la parte no homóloga del cromosoma Y, inexistente en las hembras.
                                  
    .
    En este otro gráfico únicamente se ha considerado la línea paterna, asumiendo monogamia y desarrollando los cruces del gráfico anterior. Nótese que únicamente se representan a los varones, dado que el cromosoma Y no es heredado por las hembras. Por ello, y a diferencia del caso anterior, podemos decir que todos los varones  provienen de un único macho (Adán cromosomal-Y) que vivió una generación después de la Eva mitocondrial, y que ni siquiera estaba emparentado con ella.
    Es importante señalar que en este ejemplo, sabemos con exactitud los cruzamientos, mientras que en la realidad nos basamos en estimaciones de relojes moleculares que, lógicamente, no pueden obtener la misma precisión ni por asomo. Sin embargo, el fundamento del ancestro común más reciente es igualmente válido.


    Observaciones

    Con mucho tiempo, al final siempre habrá una sola EVA y un solo ADAN, pero para que lo explicado se produzca en un tiempo razonable es necesario que el número de mitocondrias diferentes sea pequeño y la población total pequeña. Y eso es lo que parece que ocurrió a la humanidad; en un momento indeterminado hubo una enorme contracción de población, algunos cálculos dan entre 10 000 y 100 000 personas. Y eso permitió la aparición de la EVA y del ADAN.

    Es decir, la EVA mitocondrial no sólo dice que todos los humanos tenemos un ancestro común femenino común y el ADAN gen Y, nos dice que tenemos otro masculino; sino que también nos dice que no hace muchos años toda la humanidad tenía un número de individuos muy pequeño. Esto confirma la igualdad esencial de todos los seres humanos aunque ni EVA tenía nada de especial ni ADAN tampoco. Incluso ni EVA conoció a ADAN, ni vivieron en la misma época.

    Pero si seguimos investigando o al menos tratamos de informarnos, en cada uno de nuestros billones de células existen numerosos orgánulos que se encargan de asegurar el transporte de energía. Son las mitocondrias, responsables de nuestro metabolismo, y que a partir de los años 60 se descubrieron como mucho más importantes aún de lo que se creía. Ello se debe a que estos pequeños órganos contienen ADN, que anteriormente se creía que existía únicamente en el núcleo celular. El ADN mitocondrial, a diferencia del nuclear, no se mezcla en la reproducción. Es decir, las mitocondrias se clonan, más que reproducirse; todas las mitocondrias que tenemos cada uno provienen de una sola mitocondria, que heredamos de nuestra madre a través de su óvulo que fue fecundado. El linaje de ese ADN, que es mucho más pequeño que el del núcleo de las células, se transmite por lo tanto por vía materna.

    Hace unos años, un investigador norteamericano, Dough Wallace, que estudiaba una enfermedad hereditaria bastante rara, llamada “neuropatía óptica hereditaria de Leber”, descubrió que esta enfermedad se transmitía de madres a hijos, siempre, pero que no estaba ligada a los cromosomas sexuales, el par número 23 compuesto por un cromosoma de tipo X y uno de tipo Y en los hombres y dos X en las mujeres. Era precisamente el ADN mitocondrial el responsable de transmitir la enfermedad. A partir de este estudio se comprendió la importancia de la información que contenía este orgánulo. Y cómo podría ser empleado como un marcador para estudiar la evolución humana.

    Dado que el ADN mitocondrial se replica, los cambios que se dan en la molécula se deben solamente a errores en la transcripción, variaciones aleatorias de algunas de las bases que componen la molécula. El ritmo de estas variaciones, se puede considerar fijo. Si analizamos esta molécula en una población, las diferentes variaciones en ella entre individuos indican cuánto se aleja en el tiempo el antepasado común. A partir de este análisis, y con numerosas muestras de ADN mitocondrial, los investigadores han llegado a trazar la existencia es esa antepasada común de todas nuestras mitocondrias: esa mujer que, con cierta ironía, llamaron Eva.

    Una historia “masculina”

    De manera análoga, existe otro material genético en los humanos que pasa de padres a hijos: es el contenido en el cromosoma Y, que no existe en las mujeres. En gran medida, este cromosoma tampoco cambia sino con un ritmo lento: pequeñas alteraciones que van acentuando, a lo largo de las generaciones, la diferencia entre los cromosomas Y de todos los varones humanos.

    Curiosamente, el antecesor de todos los varones es mucho más moderno que la de todas las mujeres humanas: 59.000 años es la edad que trazan los sistemas de análisis genético. Esta distancia en el tiempo puede parecer paradójica, especialmente porque, siguiendo la costumbre que se había creado al hablar de la “Eva mitocondrial”, a este antecesor se le llamó Adán. Aunque nunca se conocieron, nuestros genes trazan la historia humana a partir de estas dos personas.

    La paradoja se resuelve si entendemos que el material genético humano es mucho más que el cromosoma Y y el AND mitocondrial: son los 23 pares, en esa compleja distribución que se realiza en la reproducción humana, los que aseguran que pertenecemos a la misma especie. Cada gen, dentro de cada cromosoma, de hecho, marca un linaje más o menos antiguo: una historia diferente que, con las técnicas de análisis genético, pero sin olvidar los yacimientos paleontológicos y arqueológicos, permitirán en el futuro conocer mejor nuestros orígenes.

    SEPARADO: Y LAS 10 TRIBUS DE EUROPA
    El trabajo dirigido por la profesora Semino ha utilizado técnicas similares para analizar el linaje europeo. Esos diez europeos que estadísticamente permiten entender las variaciones entre los cromosomas Y de los varones que habitamos la antigua Europa. El poder de estas técnicas de análisis permite fijar en el tiempo los principales procesos migratorios que ha sufrido nuestro continente: un poblamiento paleolítico, de hace unos 40.000 años, al que se sucedieron otros posteriores, todos viniendo del Oriente Próximo: el correspondiente al periodo Gravetiense, de hace unos 22.000 años y el neolítico, de hombres que trajeron consigo las técnicas de la agricultura, mas reciente, hace unos 9.000 años.

    Aunque estos resultados parecen confirmar las hipótesis arqueológicas sobre la población reciente de Europa, queda todavía mucho por saber, especialmente de los primeros momentos del poblamiento de homínidos. Las nuevas técnicas de análisis genético, aparte de su uso forense para identificar paternidades o autorías de delitos, prometen ofrecernos interesantes pistas que Sherlock Holmes nunca habría soñado con tener.


    Referencias

    1. Digo «casi con seguridad» para cubrir la afirmación de que ella pudo haber sido parte de la pequeña población post-Diluvio, aunque yo no esperaría suficiente divergencia en el ADNmt en el pequeño número de generaciones entre la creación y el diluvio.
    2. Lubenow, M.L., 1998. Recovery of Neandertal mtDNA: an evaluatio. CEN Tech. J. 12(1): 87–97. 
    3. Loewe, L and Scherer, S. «Mitochondrial Eve: the plot thickens.» Trends in Ecologhttp://creation.com/administrator/index.php?option=com_content§ionid=9&task=edit&cid[]=5858#y and Evolution, 12(11): 422–423, Noviembre 1997. .
    4. Gibbons, A. «Calibrating the Mitochondrial Clock». Science 279(5347): 28–29, Enero 2, 1998. 
    5. Parsons, T.J. et al. «A high observed substitution rate in the human mitochondrial DNA control region», Nature Genetics 15: 363–368, 1997; as cited in ref. 4.