sábado, 27 de noviembre de 2010

Lo que hay que saber del español

Lo que hay que saber del español.

Paso a incluir la entrevista que durante la pasada FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA se ha realizado a prestigiosos miembros de las letras española.


El valor económico de nuestra lengua, el número de los que la hablan, las palabras que la componen, su presencia en Internet. Expertos analizan la potencia y vitalidad de este idioma
Amistosa y receptiva. Esa es quizá la principal característica del ADN de la lengua castellana, ser muy amigable a otros sonidos y lenguas. Y eso es, precisamente, lo que le ha servido para crearse, evolucionar y expandirse. Un idioma de mil años, cuyo embrión procede del siglo III antes de Cristo con el latín vulgar del Imperio Romano, propagado y decantado por la península Ibérica durante 12 o 13 siglos, hasta que entre finales del siglo X y comienzos del XI se escriben las Glosas Emilianenses, textos bautismales, escritos en lengua romance guardados en el monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla, en La Rioja (España). Luego, Alfonso X el Sabio (1252-1284) lo afianzaría al aceptar la escritura de obras importantes en esa lengua. Hasta que llega el descubrimiento de América, en 1492, y con él una segunda vida donde la clave es el mestizaje interminable. Varios expertos trazan el mapa genético del idioma y su futuro.

JOSÉ ANTONIO PASCUAL
Vicedirector de la RAE y catedrático de Lengua Española en la Universidad Carlos III de Madrid, además de director del Nuevo diccionario histórico de la lengua española.
P. ¿Cuántas palabras tiene el castellano? ¿Qué posición ocupa el español en número de palabras respecto a otros idiomas?
R. El diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. El de americanismos 70.000; pero en este último aparecen muchas variantes que en el diccionario académico ocuparían una sola entrada, como guaira, huaira, huayra, waira, wayra, guayra. Se suele estimar el léxico de una lengua añadiendo un 30% al de los diccionarios. En cuanto a la posición del español en número de palabras, solo puede responderse con respecto a las que aparecen en los diccionarios y para ello basta con comparar las 150.000 de nuestro Diccionario histórico con las 350.000 del Oxford.
P. ¿Se distorsiona el español con la influencia del inglés por temas como la informática?
R. No me parece que haya "distorsión" cuando se adopta intencionadamente un término técnico o científico, compartiéndolo con otras lenguas. Ciertamente, en la incorporación de palabras extranjeras pueden presentarse problemas, pero no es menos cierto que a las lenguas no les viene mal la convergencia entre ellas: sobre todo si es buscada. ¿Qué ganaríamos con rechazar un término científico que se emplee en inglés, francés, catalán e italiano aislándonos con una creación exclusiva nuestra?
P. ¿Cuáles son los principales vehículos dinamizadores de divulgación y potenciación de nuestra lengua?
R. Ante todo influye la idea que los hablantes de otras lenguas se hacen de la nuestra. Para ello sirven de muy poco las campañas de imagen y mucho la fuerza de nuestra cultura, a la que pertenece una literatura que cuenta con varios premios Nobel. Serviría aún más que en los distintos países de habla española tuviéramos varios premios Nobel de química, física o medicina, que nuestras economías fueran competitivas y que aumentara de año en año la calidad de nuestros sistemas políticos.

CARMEN CAFFAREL
Directora del Instituto Cervantes.
P. ¿Cuál es la proyección del español en el mundo? ¿Número de hablantes y proyección para el año 2030? ¿Y cuál es su posición global?
R. Todas las fuentes demolingüísticas clasifican la lengua española como la segunda más hablada del mundo, con alrededor de 400 millones de hablantes nativos, detrás del chino mandarín y por delante del inglés y del hindi/urdu. El alemán y el francés se incluirían en el grupo de las que tienen entre 50 y 100 millones de hablantes. Y los estudios de prospectiva están de acuerdo en que el inglés, el español y el chino serán las tres lenguas de comunicación internacional durante el siglo XXI.
P. ¿Ha cambiado la imagen del español en los últimos años?
R. De manera profunda, y esa es una de las razones esenciales de su crecimiento como lengua de comunicación internacional. Ahora mismo se ve como un idioma práctico y útil, gracias a su poderío demográfico, a que es la lengua de más de 20 países y a su fuerte implantación en lugares clave como Estados Unidos. La gente lo aprende porque le resulta rentable y es una buena inversión para su futuro profesional, sobre todo en el caso de los jóvenes.
P. ¿Cuánto cuesta divulgar y enseñar el español en el mundo?
R. El Cervantes tendrá el próximo año 103 millones de euros, pero también desarrollan una gran labor los ministerios de Educación y de Exteriores, así como las universidades. A ellos hay que sumar los gobiernos de países como Brasil, Filipinas, Francia o Italia, que invierten para que sus ciudadanos más jóvenes tengan un aprendizaje de calidad de la lengua española.
P. ¿En qué países crece más?
R. El desarrollo del español en Estados Unidos es espectacular. Se trata del segundo país -será el primero en 2050- en número de hispanohablantes tras México, y donde el crecimiento como segunda lengua resulta más significativo: cada año se incorpora más de un millón y medio de nuevos hablantes. Ahora bien, si pensamos en el español como lengua extranjera, hay que dirigir la mirada a Brasil. Con la entrada en vigor de la ley del español se ha pasado de un millón a cinco millones de estudiantes en apenas un lustro.

EDUARDO LAGO
Director del Cervantes de Nueva York.
P. ¿Cuál es la realidad del español en Estados Unidos y cuál su proyección?
R. La realidad es que no es una lengua extranjera en Estados Unidos, sino una lengua materna que llegó a este territorio antes que el inglés y que, históricamente, nunca ha estado fuera del mapa. En 1848, con la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo, en virtud del cual México cede la mitad de su territorio al vecino del norte, una inmensa masa de hispanohablantes queda circunscrita en Estados Unidos, y con ella toda la topografía que conocemos: San Francisco, Nevada, Colorado... Dando un salto en el tiempo, las últimas décadas del siglo XX se caracterizan por una expansión del español por todo el territorio hasta los enclaves más remotos. El país se hispaniza en una proporción que oscila entre un 10% y un 50% en Florida, por ejemplo. El fenómeno último del siglo es el inicio de una cualificación de los hispanohablantes. A mediados del siglo XXI Estados Unidos será el primer país del mundo en cuanto a número de hispanohablantes, lo cual lo convertirá en la última frontera del idioma: el país más potente del mundo será el más potente también entre los países hispánicos. Hablo de fuerza cultural además de económica.
P. ¿Cómo es la relación de fuerzas entre el español y el inglés?
R. Se trata de una coexistencia pacífica y fructífera. El panorama acabará siendo: Estados Unidos país bilingüe, con una proporción de 3 a 1 a favor del inglés. Lo que pasa es que el español, lengua americana por excelencia, primera lengua de América, está empujando por el Norte y por el Sur: por el Norte está abriéndose paso en Estados Unidos como lengua materna (y extranjera) y por el Sur como lengua extranjera, en Brasil, donde hay avidez (léase necesidad) por dominar el español. Resulta un poco absurdo hacer proyecciones, salvo una: la potencia del español está en sus primeros pasos en cuanto a lo que va a ocurrir en el futuro. El español hará realidad el sueño imposible de Bolívar de unir a toda América.

JOSÉ LUIS GARCÍA DELGADO

Director de la investigación Valor económico del español (Fundación Telefónica)
P. ¿Cuál es el valor económico del castellano y cómo se obtiene ese valor?
R. El español, como cualquier otra lengua, es un activo inmaterial cuyo valor aumenta al crecer el número de quienes lo hablan y su capacidad para servir de medio de comunicación internacional. En esta última faceta se centra el estudio que está realizando Fundación Telefónica. Si se considera solo el "componente" de lengua de cada actividad económica, comenzando por las industrias culturales, el español supone cerca del 16% del PIB de España; pero su valor diferencial como gran lengua internacional exige el análisis de sus efectos multiplicadores sobre los flujos migratorios, comerciales y financieros.
P. ¿Cómo influye el idioma en las transacciones comerciales?
R. Una lengua común es como una moneda común: reduce los costes de casi cualquier tipo de intercambio económico; además, facilita una familiaridad cultural que acorta la distancia psicológica. Es, en suma, un factor de dinamización mercantil, cuya potencia crece -al ser la lengua un "bien de club"- con el tamaño del mercado común que vertebra la lengua compartida. Los profesores Jiménez y Narbona han calculado que la lengua supone un factor multiplicativo del comercio entre los países que la comparten en torno al 190%, porcentaje que alcanza casi el 290% en el caso del español.
P. ¿Y cómo influye en la determinación de la emigración?
R. Los profesores Alonso y Gutiérrez (Fundación Telefónica) han estudiado el efecto positivo de la lengua común en la determinación del país elegido como destino del emigrante. El flujo de inmigrantes iberoamericanos a España ha sido casi tres veces superior (2,7) al que sería si no compartiéramos la lengua. Y el dominio del español por parte de los inmigrantes, además de generar ahorro de costes en los servicios sanitarios y educativos prestados en España, facilita el acceso al empleo y mayor movilidad laboral ascendente, generando diferencias positivas de salarios de hasta el 30%.
P. ¿Cuál es la situación en Internet?
R. El español es la segunda de comunicación internacional en la Red, a distancia del inglés, pero por delante del francés, el alemán, el ruso, el árabe o el italiano, que son también lenguas de alcance multinacional. De los 1.750 millones de usuarios de Internet, en español lo hacen 136 millones, lejos de los 480 en inglés, pero muy por delante de los 80 en francés, 65 en alemán, 50 en árabe o 45 en ruso. En chino lo hacen 390 millones, pero es lengua solo nacional. Las páginas web guardan proporciones equivalentes.

ANTONIO MARÍA ÁVILA
Director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España.
P. ¿Qué lugar ocupa la industria editorial española en el ámbito internacional?
R. España es la cuarta potencia editorial del mundo, solo superada por el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos y es la más importante de las industrias culturales de nuestro país que en su conjunto suponen el 4% del PIB español y, de este porcentaje, el 42% corresponde a la industria editorial.
P. ¿Cuáles son las cifras del sector editorial español?
R. La industria editorial mueve anualmente algo más de 4.000 millones de euros, un 0,7% del PIB y da empleo, directo e indirecto, a más de 30.000 personas. Las 900 empresas editoriales que agrupa la FGEE representan cerca del 95% del sector y a lo largo de 2009 se editaron más de 330 millones de libros y 76.000 títulos, con una tirada media por título de 4.328 ejemplares. Los libros suponen el 1% de la exportación de mercancías españolas.

España, una historia de bancarrotas y resurgimientos

EL PAÍS HA QUEBRADO NUMEROSAS VECES EN SU HISTORIA
España, una historia de bancarrotas y resurgimientos



Hubo una época en la que el solo nombre de España provocaba pavor en Europa. Hoy, sin necesidad de los legendarios tercios, el viejo continente también tiembla al oír nuestro nombre, aunque esta vez por razones muy diversas. Nuestro país vive al borde de la navaja (económica) y nuestros vecinos temen que sus economías puedan verse atrapadas por el remolino provocado por nuestro hundimiento. Un hecho que no es nuevo en nuestra historia, porque España ya estuvo en otras ocasiones al borde del abismo.
La primera vez, paradójicamente, se produjo en un periodo de plena expansión, durante el Siglo de Oro. Felipe II recibió en 1556 de su padre, el emperador Carlos V, un imperio donde no se ponía el sol, con una floreciente Castilla y con las grandes reservas de metales preciosos procedentes del Nuevo Mundo. A pesar de este reluciente patrimonio, la herencia venía envenenada por una deuda de 20 millones de ducados que don Carlos contrajo principalmente al adquirir el título de emperador.
Solo un año después de su llegada al trono, Felipe II se vio obligado a proclamar la primera bancarrota de las arcas españolas, un hecho que se repitió en dos ocasiones durante su reinado (en 1575 y 1596, concretamente). Las guerras y los gastos que conlleva un inmenso imperio llevaron a Castilla a soportar grandes cargas impositivas, amén de una alta inflación y de una grave crisis, tras ver reducido su importante comercio de lana por el conflicto con los Países Bajos, su principal cliente. Por otra parte, los ingresos producidos por las minas de América Latina suponían un 20% del total de las arcas del Estado.
Al final de su reinado, en 1598, mientras la inflación hundía en la miseria a Castilla, su sucesor, Felipe III, heredaba tres frentes abiertos y una deuda que quintuplicaba la inicial. En 1607, España volvía a proclamar la bancarrota, el mismo año en que se hundía la familia Fugger, los prestamistas que habían ayudado a Carlos V a alcanzar el título de emperador, quizás por su exceso de confianza en la deuda española.
A lo largo del XVII, las arcas españolas se declararon en bancarrota otras dos veces. Con la llegada de los Borbones, a principios del siglo XVIII, las finanzas nacionales emprendieron un proceso de modernización, lo que no impidió nuevos problemas en las décadas venideras.
El ajetreado siglo XIX
La guerra con la Francia revolucionaria acarreó nuevas deudas para una decadente España, que comenzó de una manera un tanto precaria un desastroso siglo en el que la bancarrota sería un constante en la vida del país, siendo declarada hasta en seis ocasiones. Guerras, pronunciamientos, pérdida de las colonias y un constante retraso en la Revolución Industrial llevaron a la economía del país a un estado ruinoso, que agravó la fiebre del ferrocarril.

Los continuos pronunciamientos, unidos a las guerras carlistas, provocaron graves dificultades. Además, al contrario que en los siglos anteriores, España no pudo aprovechar los recursos de las minas de América, debido a sus procesos de independencia.

Salvados de la bancarrota

Aun siendo menos ajetreado que el anterior, en el siglo XX, España tampoco vivió tranquila. La corona española sufrió el dolor de la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en el ocaso del siglo XIX. Asimismo, diversos conflictos en el exterior y, sobre todo, la terrible Guerra Civil, agotaron también los recursos del país. Sin embargo, a pesar de estos contratiempos y con el fantasma de la deuda extendiendo el terror, España no se declaró en bancarrota.

Sí es cierto que al terminar la Guerra Civil, Franco sólo reconoció las deudas contraídas por el bando Nacional, por lo que dejó sin sufragar las reclamaciones de los países que ayudaron económicamente a la República. Llegaron entonces los tiempos de la autarquía y del gasógeno. Con el país agotado y con los posibles aliados del régimen derrotados en la Segunda Guerra Mundial, España se vio sumida en una terrible penuria que la situó, una vez más, en la cuerda floja. En 1957, con el modelo totalmente agotado y con la bancarrota acechando, Franco dio un giro a su Gobierno, incluyendo a los tecnócratas del Opus Dei, que sembraron las bases del crecimiento español de los años 60.

Hoy, como entonces, la bancarrota de España es la pesadilla de los acreedores. Queda por ver si en los libros de historia seguirá narrándose que la última bancarrota hispana ocurrió en el siglo XIX.

martes, 16 de noviembre de 2010

Toda crisis consta de siete fases, estamos en la tercera y quedan cuatro

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza mil veces en la misma piedra. Y que a la mil uno vuelve a repetir hazaña similar. This time is different es el título en inglés del libro escrito por dos eminentes economistas, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que analiza las crisis del pasado medio milenio y sus pautas, exponiéndolo con brillantez y sobriedad.

Libro que está causando furor a ambos lados del Atlántico. Para ser devuelto al anaquel de la estantería una vez finalizado con una sonrisa indulgente porque… ¡esta vez es diferente! Con lo que la historia se vuelve a repetir una vez más.

Una crisis en siete etapas…

Una de las conclusiones más relevantes de su amplio análisis empírico es que, de manera recurrente, cualquier crisis típica consta, con pequeñas variaciones, de las siguientes etapas:

1ª Liberalización financiera. 2ª Comienza la crisis bancaria. 3ª Guerra o crisis de divisas. 4ª La inflación se incrementa. 5ª Apogeo de la crisis bancaria (si no hay suspensiones de pagos de deuda). 6ª Suspensión de pagos de la deuda pública interna y/o externa. 7ª La crisis inflacionaria empeora, clímax de la crisis bancaria (si ha habido suspensión de pagos de la deuda).

La primera y la segunda son historia, con la memoria reciente disponible en la hemeroteca de El Confidencial. Suele desencadenar el ciclo un colapso del mercado inmobiliario y bursátil. Que da el pistoletazo de salida a la temida recesión o la maligna depresión.

…estamos en la tercera…

Nos encontramos en la tercera etapa. En plena refriega cambiaria. Las armas se blanden bien altas. Se afilan las pocas neuronas supervivientes de emboscadas anteriores. Cada uno batalla por un cambio de divisa a la carta que le permita que los demás países les saquen las castañas del fuego. Todos ellos desean lo mismo a la vez: fomentar sus exportaciones porque la demanda interior ha gripado. Y eso es imposible.

Con lo que el proteccionismo puede acabar acechando para oscurecer el panorama. Porque si yo no lo puedo hacer los demás tampoco. Y porque todos, con tan sufrida herramienta, pueden pretender reactivar los productos autóctonos, aunque no sean competitivos, y por tanto la demanda propia. Y a algún país que podría y debería dejarse, los delirios de grandeza y una ceguera suicida no se lo permiten.

Algunos cerdos (PIGS) están estos días en el "candelabro" mediático. Los mismos que no tienen ningún conejo en la chistera porque lo prestaron hace tiempo. Que no disponen de divisa que manipular ya que no están a los mandos de la que comparten. Tan solo pueden darse por jorobados o salir corriendo del club, implorar al que manda, o dedicarse a expiar penas y culpas. A barrer la casa con profundidad y rigor, lo más rápidamente posible, caiga quien caiga y con valor. Porque el apuntalamiento continuo de los amigos inviables y el mantenimiento de tanto fasto y fiesta patronal, autonómica y local, se pagará más caro cada día que pase.

Mientras tanto, todos los magos y tahúres ofrecen sus pócimas milagrosas para sacarnos del atolladero. Desgraciadamente, los ingredientes han sido a lo largo de la historia siempre los mismos. Cada fórmula mágica ha variado tan solo en las proporciones. Los trucos malabares no han cambiado. Desde sugerir una vuelta al patrón oro, hasta obligar a echar humo a la máquina de imprimir billetes. En el pasado se reacuñaba la moneda. En el presente el relajamiento cuantitativo, el llamado quantitative easing en inglés, hace furor. Somos más sofisticados con las denominaciones, para parecer que parezca. Solo eso.

Hemos cambiado la ecológica azada por el productivo y contaminante tractor. Pero la cosecha resultante es siempre la misma. Con lo que acabamos equivocándonos ahora igual que siempre para obtener los mismos y fatales resultados. Corregidos y aumentados gracias a un soporte teórico económico de cariz religioso y flotante, sin apenas cimientos que lo sustenten, que ceba sin misericordia una tecnología utilizada para destruir, en vez de preservar, aquello que más deberíamos amar: el planeta y sus gentes. Adoramos al becerro de oro y tan solo nos importa el presente. La sensatez, la honestidad, la ética y la filosofía han muerto. ¡No tenemos derecho a quejarnos de nuestra suerte!

…y nos faltan cuatro

En la cuarta etapa la inflación asoma el hocico. Todavía no hemos llegado a ella. En el ínterin, la deflación flirtea con muchas naciones apolilladas como la nuestra. A la FED le importa un rábano si reaparecen o no las viejas maldiciones e inunda el mercado de dinero. A este lado del charco, el previsor Banco Central Europeo tiembla y se santigua con solo escuchar tan temido anatema cual balada infantil: ¡que viene la inflación! Son traumas de juventud del miembro más poderoso del club, que quiere exorcizarla antes de que arribe, por si acaso. Siendo acusado de traidor por el vecino de enfrente por hacer justo lo contrario a lo que mandan los cánones de algunos.

Las últimas tres fases se resumen en que, antes o después, la juerga monetaria y financiera finaliza con un dramático game over. Se vuelven norma los impagos y las reestructuraciones de la deuda pública contraída por las naciones más casquivanas y juerguistas. Afectando a lo poco que quedaba sano en el sistema financiero ahora global. Y es que, lección suprema de toda crisis, los platos rotos los acaba pagando siempre alguien, cuanto más tarde peor. Cargando sistemáticamente el coste sobre los más débiles y el empleo. Eso si las consecuencias no son aún peores, como en los terribles años 30.

El ¡Glups! lo dejamos para mañana.