Adonis, pseudónimo de Ali Ahmad Said Esber (Al Qassabin, Siria, 1930), quizá sea el poeta árabe más importante de nuestro tiempo. Nominado en varias ocasiones como posible premio Nobel de literatura, sus ensayos han contribuido a transformar de manera radical nuestra visión de las culturas árabes, víctimas de la tiranía religiosa. Su último libro, «Violencia e islam» (Planeta), es un diálogo con Houria Abdelouahed, indispensable para comprender las trágicas convulsiones que nos amenazan e hipotecan el futuro de la civilización musulmana.
—Si
lo entiendo bien, la religión musulmana es una amenaza mundial: impide
la liberación y modernización de las sociedades árabes y atiza un
terrorismo que sueña con imponer un modelo universal totalitario.
—Cuando
la religión es la única ley que rige la vida de las sociedades se
convierte en un foco de violencia permanente, una amenaza totalitaria.
Impide la emergencia de una sociedad civil, impide la existencia de una
cultura, atiza un fanatismo amenazante para cualquier forma de libertad.
En el caso de la religión musulmana, el caso tiene una dimensión
trágica: un solo libro, el Corán, es la fuente única de toda la
jurisprudencia política, social, cultural e institucional, hoy como
ayer. De alguna manera, pudiera decirse que Dios mismo «está fuera de la
ley»: Mahoma es el único y último profeta y su palabra es inmutable.
Para colmo, Occidente apoyó y apoya a los regímenes donde la ley
musulmana funciona como una dictadura, impidiendo incluso la emergencia
de una sociedad civil. Como el islam permite la formación de imanes
autoproclamados, cualquier fanático puede «ordenar» la matanza de
infieles. Y cualquier fanático musulmán, de cualquier nacionalidad,
puede precipitar matanzas espantosas.
—Fanáticos de cualquier nacionalidad, dice usted.
—Mire
lo ocurrido en Francia el año pasado, en Bélgica, días pasados. Los
guetos suburbanos franceses, belgas, europeos, están habitados
esencialmente por franceses, belgas, alemanes, etcétera. La inmensa
mayoría de los asesinos de las últimas generaciones han ido a las
escuelas públicas. Y no se han integrado. Han descubierto la religión a
través de internet, en la cárcel, en los suburbios de París o de
Bruselas. Esa religión musulmana les promete ir al cielo si mueren
matando, esa religión musulmana les promete un sinfín de mujeres
vírgenes, cuando lleguen al cielo, matando. Y ellos se creen esa mentira
fanática. Iluminados con esa luz ensangrentada, esos fanáticos son una
amenaza inmediata allí donde se encuentran y su mueven con libertad,
como ocurre en la vieja Europa.
—Esos
fanáticos europeos, de religión musulmana, matan con bombas y pistolas
que les llegan de Oriente Medio o los Balcanes. Los especialistas dicen
que Daesh los utiliza como «peones» de su estrategia terrorista
internacional.
—Vaya usted a saber… Los traficantes de
armas pueden poner bombas y pistolas en las manos de los asesinos; pero
el deseo de morir matando viene del fanatismo religioso, crecido en el
fracaso de las escuelas públicas europeas, crecido con la falta de
integración en las sociedades donde viven con libertad y descubren su
posible «integración» en una religión que promete el paraíso a quienes
sean capaces de morir matando.
—Muchos presuntos estrategas antiterroristas dicen o fingen creer que la guerra militar contra Daesh «pondrá fin» al terrorismo.
—Una
ilusión. Militarmente, quienes tienen la fuerza suficiente, los EE.UU. o
Rusia, no dejan de hacer una guerra más o menos limitada. Bombardear
este o aquel bastión islamista puede matar a mucha gente. El problema de
fondo es mucho más grave. Daesh no tiene ningún éxito entre los árabes
ni entre los musulmanes. Esos asesinos dan miedo, incluso el pueblo
musulmán más o menos piadoso. Por el contrario, rusos, americanos,
europeos, siguen apoyando a regímenes políticos donde solo impera la ley
religiosa más imperiosa. Es posible combatir a una banda terrorista, es
posible combatir a una tiranía política. Es mucho más difícil combatir a
regímenes religiosos. Ya que esos regímenes niegan la identidad del
individuo, niegan la sociedad civil. Los seres humanos no valen nada.
Daesh comercia con mujeres, que compra y vende como si fueran ganado.
Los regímenes apoyados por Washington y Europa se fundan en la única a
ley de la religión musulmana. Esos mismos regímenes financian
grupúsculos islamistas, que, con frecuencia, se matan entre ellos. Vea
lo que está ocurriendo en Siria. Se puede «modernizar» o derrocar una
tiranía. Pero sustituir una tiranía política por una tiranía religiosa
puede ser peor.
—Hace años se
pensó que la primavera árabe consumaría un cambio radical, prólogo a una
liberalización generalizada de los países árabes musulmanes.
—La
primavera árabe se ha transformado en una pesadilla. Pudo pensarse que
era algo parecido a un amanecer, la floración de un mundo nuevo. Con el
tiempo, advertimos que, en verdad, no se trataba de una revolución. Era
otra cosa. La sublevación contra la tiranía precipitó nuevas formas de
tiranía. La religión musulmana había impedido la formación de una
auténtica sociedad árabe. Sin una ruptura completa con la religión
musulmana, sin una ruptura entre la religión y el poder político, la
ruptura que Europa consumó hace siglos, las sociedades árabes musulmanas
están condenadas a seguir hundiéndose en una decadencia sin fin.
—¿Están enterradas definitivamente todas las difuntas esperanzas puestas en las primaveras árabes?
—Quedan
ilusiones y esperanzas, aquí o allá. Pero se ha impuesto el
oscurantismo. La importancia que ahora tiene Daesh o Al Nusra muestran,
bien a las claras, que el nuevo fanatismo es una suerte de
«prolongación» de las primaveras árabes. Es una evidencia que los
occidentales apoyaron la emergencia de Bin Laden, luego apoyaron a otros
grupúsculos financiados por Arabia Saudita o Qatar. Ahora, seguimos en
esa misma línea.
—La gran
cultura árabe clásica ¿no pudiera ser una suerte de «defensa» contra los
gérmenes de barbarie que han florecido por todas partes?
—La
gran cultura árabe clásica siempre ha estado al margen de la religión.
No hay ningún autor árabe que haya escrito poesía, novela, teatro, si no
es al margen y en contra de la religión. Los místicos musulmanes fueron
grandes herejes. La religión ha sofocado las culturas árabes. No hay
grandes universidades musulmanas, no hay grandes laboratorios
musulmanes, no hay gran cultura árabe: la religión musulmana lo ha
impedido, siempre. No puede escribirse poesía, no pueden escribirse
ensayos o novelas, respetando una legislación coránica que comienza por
negar la identidad de la persona. Un poeta como Claudel, un novelista
como Bernanos, pueden ser al mismo tiempo, grandes escritores y grandes
creyentes. La religión católica les permite esa libertad. Eso es
impensable en las sociedades árabes musulmanas. Las mujeres han sido y
son las primeras víctimas de esa tiranía religiosa.
—Algunas
películas, una saudita, una marroquí, varias iraníes, alguna kurda,
hablan de una suerte de revuelta de las mujeres en algunas sociedades
árabe / musulmanas. ¿Cree posible la emergencia de un movimiento de
liberación de la mujer musulmana?
—Ese movimiento es una
realidad. Pero los Estados apoyados por occidente siguen persiguiendo a
las mujeres que sueñan con un estatuto de ciudadanas libres. Ese
comportamiento occidental rinde un flaco favor a la libertad de los
pueblos, en general, y a la libertad de las mujeres, en particular. El
islam ha separado de manera espantosa lo masculino y lo femenino. El
hombre domina e impone una ley tiránica. La mujer se convierte en un
objeto sexual, que se usa, se compra, se vende, y se tira. En la
religión musulmana se institucionaliza de alguna manera la relación
entre el amo y el esclavo, la esclava. La mujer es un sexo mecánico, al
servicio del deseo y el placer del hombre. Daesh, culminación histórica
de una forma bien actual de «Estado islámico», compra y vende mujeres.
Las niñas son las mujeres que se venden más caras: son vírgenes. A los
asesinos dispuestos a matar se les promete ir al paraíso, donde los
esperan un montón de vírgenes / esclavas, para que pueden realizar sus
fantasías después de muertos.
—¿Qué
hacer para intentar ayudar a las sociedades árabes víctimas de la
teología musulmana y para intentar combatir las amenazas criminales que
amenazan a las sociedades libres?
—Intentar favorecer la
separación de la religión y el poder político. Los regímenes políticos
pueden cambiar, evolucionar. Cuando la religión y la palabra coránica
son la única todas las libertades están en cuarentena. Las mujeres están
jugando un papel importante: aspirando a la libertad, están
contribuyendo a cambiar las mentalidades. El hombre árabe musulmán más
modesto es víctima de la pobreza y la ignorancia, favoreciendo la
miseria sexual. Combatir la miseria sexual a través de la cultura es una
forma de ayudar a los pueblos árabes a salir del pozo negro donde se
encuentran.